A veces quizás tú misma impides que tu éxito suceda porque tus expectativas son demasiado grandes. O eres demasiado estricta contigo misma o te asusta demasiado el fracaso.
Mientras que hay un tipo de mujeres que se sienten motivadas con los fracasos, ya que están convencidas de sí mismas y de sus ideas; hay otro que se rinde rápidamente y con abatimiento.
Los motivos de esto pueden ser varios. Por ejemplo:
- el miedo a decepcionarse a sí mismas y a los demás,
- sentirse inadecuadas, demasiado débiles o incapaces,
- solo son capaces de aceptar el éxito absoluto, no éxitos parciales,
- no son capaces de manejar futuras derrotas,
- están convencidas de no merecer el éxito,
- no se sienten dignas de amor por su fracaso.
Por ello, es importante cuestionar de dónde vienen tus miedos. Solo tras haber hecho esto, es posible reducir con efectividad su poder sobre ti.
¿A qué te recuerda el éxito y el fracaso, la victoria y la derrota y el aprobar o suspender? ¡Exacto! ¡Tu infancia y el tiempo que pasaste en la escuela!
Ya como niña, eras o bien premiada o bien criticada en función de tu rendimiento. Por ello, el miedo al fracaso es un patrón de comportamiento adquirido del que deberías liberarte desesperadamente. Es una forma de juicio parcial que olvida que hay muchas otras cualidades y aspectos en ti y en tu vida que te hacen digna de amor, valiosa y única. Y no están relacionados con el éxito.
Por ello,
- piensa en tus fracasos como oportunidades para aprender y crecer,
- reconoce y transforma tu miedo al fracaso,
- sigue tus deseos y objetivos, aunque no sean alcanzables aún y
- ¡sé fiel a ti misma!
Y, por encima de todo, ¡no te quedes tirada en el suelo después de una derrota! Ya que como se suele decir: si te caes, vuélvete a levantar, respira hondo, y ¡a seguir!