“No conozco la clave del éxito, pero la clave del fracaso es intentar complacer a todo el mundo.” (Platón)
¿Cuántas veces intentamos complacer a los demás porque queremos paz, evitar discusiones y conflictos, o porque buscamos amor y valoración? Aunque ya deberíamos haber superado esto, volvemos a caer de vez en cuando en estos viejos y probablemente adquiridos patrones de comportamiento.
El deseo de bienestar y armonía forma parte de la naturaleza de la mayoría de las mujeres y, así es cómo hacemos todo lo posible para que los demás prosperen y se sientan lo más cómodos posible. ¡Cueste lo que cueste! Para este fin, a menudo nos reprimimos, reprimimos nuestras necesidades, nos mordemos la lengua y asumimos la responsabilidad por otras personas y en situaciones que realmente no nos conciernen.
Lo más probable es que te encuentres en el camino hacia desprenderte de este patrón de comportamiento, o quizá ya te hayas desprendido y lo hayas dejado atrás.
Pero para mantenerte a salvo, hazte estas preguntas de vez en cuando:
- ¿A veces digo SÍ cuando realmente quiero decir NO?
- ¿Me descubro a veces intentando impresionar a los demás?
- ¿No quiero que los demás me consideren egoísta?
- ¿Me gusta evitar conflictos?
- ¿Permito que mi comportamiento se deje guiar por las opiniones de otras personas?
- ¿Es más fácil para mí estar de acuerdo con alguien en vez de imponer mi punto de vista?
- ¿Me siento responsable del bienestar de otras personas?
- ¿Asumo responsabilidad por otras personas adultas?
- ¿Intento hacer felices a las personas tristes o melancólicas?
- ¿Busco los elogios y valoración de las personas a mi alrededor?
- ¿A veces olvido poner límites?
Es más fácil de lo que podrías pensar dirigirte hacia la trampa de complacer a todo el mundo y verte atrapado/a en ella. Después de todo, a veces es muy difícil reconocer dónde está el límite entre autonomía y heteronomía. Pero tan pronto como hayas identificado por qué deseas complacer a todo el mundo, puedes reconocer tu comportamiento y dar un giro en otra dirección.
Así puedes liberarte de la trampa:
- Tómate tu tiempo para pensar antes de decir SÍ o NO.
- Aprende a gestionar los sentimientos relacionados con los conflictos o desacuerdos.
- No te sientas responsable de todo y de todos.
- No pierdas de vista tus valores.
- No siempre sigas la misma línea que otras personas.
- Ten la valentía de ser fiel a tu opinión y necesidades.
- Aprende a distinguir el amor propio del egoísmo.
- No pienses sobre lo que los demás podrían decir sobre ti.
- Sé fiel a ti mismo/a.
- Establece tus límites, incluso aunque a los demás no les gusten.
- No permitas que los demás te manipulen.
Aunque no siempre es fácil desprenderse de patrones de comportamiento adquiridos, ¡merece la pena intentarlo!